Adelantar las elecciones fue como adelantar los riesgos. Néstor Kirchner suprimió el interrogante acerca de cómo llegarían, él y su esposa, al 25 de octubre. Ahora la pregunta es cómo llegarán al 28 de junio. Por reflejo se tiende a dar una respuesta favorable: en junio estarán mejor de lo que podrían estar en octubre, ya que se habrían ahorrado cuatro meses de deterioro.
Pero el sentido común puede equivocarse. Hay decisiones que, por su dramatismo, alteran la dinámica para la que fueron pensadas. La Argentina conoció un ejemplo en octubre pasado. Lo produjo el mismo Kirchner. Gracias a otra modificación radical de las reglas de juego, el Gobierno se quedó con los ahorros jubilatorios. La lectura que se hizo de aquel episodio fue similar a la que prevalece en estos días con el adelantamiento electoral. Buena parte de la clase política y casi todos los analistas censuraron el procedimiento, pero reconocieron que, astuto y despiadado, Kirchner se había salvado de la asfixia fiscal.
La historia tomó otro curso. El manotazo sobre las AFJP fue tan traumático que provocó una corrida cambiaria, desaceleró más la economía e hizo caer la recaudación. Aquel Kirchner que, a primera vista, se había garantizado una campaña sin sobresaltos, terminó adelantando las elecciones para evitar un desastre. El peligro que quería alejarse, se acercó.
Con el cambio del calendario electoral puede suceder lo mismo. Por extrema, es una intervención capaz de modificar todos los significados vigentes en el instante en que fue decidida.
El proceso que iba a terminar en octubre ya no es el mismo que terminará en junio. Una diferencia sustancial es que la manipulación de la fecha perturbó la visión del futuro. A la economía se le acaba de avisar que sobrevendrán ajustes mucho más duros que los imaginados antes del viernes. El mercado lo entendió. Desde que trascendió la decisión hasta que la Presidenta la oficializó, el dólar para operaciones de abril de 2010 trepó hasta $4,20. En Nueva York superó los $ 5.
En pocas horas, toda la política quedó reconfigurada. Los Kirchner anticiparon los comicios para que su suerte no se decidiera en un punto bajo de su curva declinante. Pero la parábola tiene ahora otro diseño. Al querer torcer el desenlace del juego, cambiaron el juego mismo. (Carlos Pagni, La Nación, 16/03/09)
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