jueves, 11 de agosto de 2011

¿El mundo a las puertas de una grave crisis de crédito?

Los mercados están reflejando el nerviosismo que provoca la falta de acierto de los políticos europeos y americanos en dar una respuesta adecuada y oportuna a la crisis de los desbalances fiscales y a la pobre dinámica del crecimiento en ambas márgenes del Atlántico. La altísima volatilidad, con variaciones de más de 5% en uno y otro sentido de un día para el otro, muestran que tratar al problema como de liquidez no resuelve la crisis de fondo. Por eso a las dudas sobre la capacidad de pago de Grecia, le siguieron temores por Irlanda, Portugal, España, Italia y ahora Francia. Los ajustes en el gasto no resultaron viables. Los recortes propuestos dispararon violentas reacciones populares en Europa. Nadie parece estar dispuesto a hacerse cargo de la cuenta y la única salida parece ser la que va desde una importante quita de la deuda hasta el default, como fue el caso de Argentina. Finalmente, se trata de un problema de solvencia, y para que cierren las cuentas fiscales de aquí en adelante el único camino posible parece ser liberar a los endeudados del peso de la deuda. Claro que esta solución, que ya se está considerando en el caso europeo, sienta un mal precedente y encierra un enorme riesgo. Por un lado, los Gobiernos podrían continuar generando desequilibrios, con la certeza de que más adelante resolverán el problema con un nuevo default. Pero con este precedente, y conociendo el final de la película, quizás les sea muy difícil volver a encontrar inversores dispuestos a financiarlos. Extrapolando la situación, se llegaría a una nueva crisis de crédito que cambiaría los paradigmas de la economía global. Tras el abandono de la convertibilidad en la Argentina del 2002, y como consecuencia de la pesificación asimétrica y la inseguridad jurídica, en los bancos quedó prácticamente solo el dinero transaccional mientras que explotaron las inversiones en activos tangibles como la construcción, que a su vez también protegen contra la inflación. Hoy el oro brilla y cotiza a más de 1.800 dólares por onza porque su precio no está expuesto a los dislates de algún Gobierno. (A.C.)

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