Dos hechos de trascendencia ocurrieron al inicio y al filo de la semana pasada. La decisiónde China de flexibilizar su tipo de cambio pondría a la tercera economía mundial en camino para apuntalar el poder adquisitivo de sus consumidores y aliviar las tensiones con otros países causadas por su larga dependencia de las exportaciones. Por otro lado, la reforma financiera del presidente Obama fue finalmente aprobada por miembros de ambas cámaras del Congreso de los Estados Unidos y la nueva ley podría sancionarse esta semana y promulgarse el 4 de Julio, esperándose que pueda limitar las operaciones por cuenta propia de las entidades financieras y aumente la supervisión sobre el mercado de derivados. Mientras, el euro sigue operando entre 1,22 y 1,24 dólares, y la atención se centraba en la reunión del G-20 que se realizaba el fin de semana en Toronto, Canadá. Allí se acordó reducir los déficit fiscales de los países desarrollados a la mitad en los próximos tres años.
El apetito por el riesgo favoreció las inversiones en los activos más rentables de los países emergentes e hizo subir sus monedas. Los operadores mostraron optimismo por la esperanza de una recuperación económica mundial gracias al creciente poder de compra de China en el extranjero. Pero el mercado en Wall Street, en cambio, comenzó con malas noticias, especialmente las referidas al muy golpeado sector inmobiliario, con datos que informaron sobre una fuerte caída de las ventas de viviendas nuevas y usadas durante el mes pasado. Y casi al mismo tiempo, el presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, opinaba que había que endurecer las sanciones contra los países que superen el umbral del 3% de déficit público que marca el Pacto de Estabilidad e incluso suspender su derecho de voto en la UE para evitar que se repita una crisis de endeudamiento como la de Grecia y su contagio a otros países como España o Portugal. El miércoles, la Fed anunció que dejaba sin cambios su tasa de interés referencial y Ben Bernanke afirmaba que las condiciones financieras "se han vuelto menos favorables para el crecimiento económico", advertencia que preocupó a los mercados. Pero el viernes hubo una buena noticia para los Estados Unidos: resultó una agradable sorpresa el dato sobre la confianza del consumidor, que subió este mes a su nivel más alto desde enero del 2008, al tiempo que los informes sobre pérdidas de empleos cayeron con fuerza frente al año anterior. (J.A.N.)
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