Standard & Poor's elevó la calificación de la deuda argentina a «B», desde «B-», con el argumento de que mejoró el perfil financiero del país con la reducción de los niveles de deuda y un alivio en las obligaciones de corto plazo. El ministro de Economía, Amado Boudou, destacó que la decisión, que devuelve a la Argentina al nivel previo a la estatización de las AFJP, es una respuesta al canje de la deuda y a la mayor previsibilidad del país en lo financiero. Según la calificadora, se combinaron la fuerte recuperación económica este año y las condiciones externas favorables.
Es un avance, claro, pero conviene marcar la diferencia: Brasil y Perú, por ejemplo están en la categoría de grado de inversión, al que nunca accedió la Argentina y que países como Uruguay están a punto de lograr.
Para seguir subiendo escalones en la calificación que habilita a nuevos inversores a incluir al país en sus carteras, la Argentina aún debe resolver el problema de la elevada inflación, que no se refleja en las estadísticas oficiales, y las dudas que provienen de la política en lo que hace a clima de negocios y seguridad jurídica.
Pese a lo que afirmó Boudou, desde Standard & Poors dicen que el resultado del canje no fue determinante para el aumento de la nota. Lo decisivo fue el menor peso de la deuda y el alivio financiero en el corto plazo, porque lo que miden las calificadoras es la posibilidad de que un inversor recupere el capital invertido en tiempo y forma y que pueda disponer del mismo.
Con la modificación de ayer, la deuda argentina quedó con la misma nota que la de Paraguay y Bolivia (B), un escalón por debajo de la de Venezuela (BB-), dos con respecto a Uruguay (BB), con tres de diferencia con Brasil y Perú (BBB+), y cuatro en relación con Chile (AA), la mejor calificación de la región.
La noticia contribuyó a aumentar la demanda por bonos argentinos y el riesgo país bajó fuerte para volver a menos de 700 puntos, a 680, según el EMBI.
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