Los candidatos recién empezarán a definirse después del verano. Pero hay algo que ya quedó en claro la semana pasada y que marca las dos alternativas de país que se presentan para la Argentina a partir de diciembre de 2011. Por un lado, el acto de Moyano en River, avalado por el matrimonio presidencial, y por otro, el que se plasmó en el coloquio de IDEA en Mar del Plata.
El oficialismo que propone el enfrentamiento político y social, el clientelismo, la gratuidad, la negación de los problemas y los ineficaces métodos para resolver lo que demanda a gritos la sociedad: seguridad y estabilidad. La rispidez y el enfrentamiento no generan el clima más adecuado para atraer inversiones, de las que se nutre la productividad, el empleo, más y mejor oferta de productos y servicios y, como subproducto, la estabilidad, la posibilidad de planificar el futuro.
Desde la otra vereda, aparece la búsqueda de alguien que favorezca el diálogo, el consenso, la sensatez, para debatir propuestas y generar soluciones. Así de simple.
¿Qué Argentina se vivirá a partir de 2012? Difícil poder predecirlo hoy. Sí se puede afirmar que el desorden, los piquetes, la provocación y el enfrentamiento permanente e indiscriminado, los subsidios, los aprietes y el desmesurado avance sindical están devaluados como moneda electoral. El ticket presidencial de octubre 2011 que aspire a ganar, tendrá que presentar necesariamente una propuesta de moderación y sensatez.
Hoy es más probable -y creíble- que la oposición plantee ese escenario. Pero no es descartable, aunque poco probable, que el kirchnerismo gire 180 grados si se viera ante el abismo. Sean cuales fueran los candidatos, lo que es seguro es que quien sobresalga será alguien capaz de borrar las divisiones y volver a unir a los argentinos en un proyecto común. Si esta es la demanda de los votantes, el peronismo llevará un candidato con ese perfil.
Daniel Scioli (foto) empezó a transitar ese camino. Pero no es la única opción. Julio Cobos, volvió a sobresalir en el radicalismo con su nuevo desempate en el Senado. Uno y otro fueron tildados de traidores, el primero por asistir al coloquio empresario, el segundo por contrariar la orden de voltear el 82% para jubilados.
Tomar distancia de Olivos y la Casa Rosada, y merecer la mayor descalificación desde el coro oficialista, es hoy un gran negocio. Vale para los candidatos, como para los hombres de negocios, incluso para aquellos a los que se los conocía como empresarios K. (A.C.)
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