El ministro de Economía, Amado Boudou dará esta semana el primer paso con destino a la prometida normalización del Indec. Antes de tocar un índice o una estadística, el Gobierno tiene que borrar todo rastro de títulos y bonos que ajusten por la cuestionada inflación que mide el organismo oficial, y para eso ofrecerá a sus tenedores el canje voluntario de los papeles que corrigen por CER por otros que ajustan por la tasa de interés Badlar (que calcula el Banco Central en base al rendimiento que pagan los bancos por depósitos de más de un millón de pesos) como ocurrió a principio de año con los préstamos Garantizados.
El canje puede resultar igualmente interesante porque a la tasa Badlar, que ronda hoy 13% anual, se le debe sumar un adicional de 300 puntos básicos que llevaría el rendimiento a 16 puntos porcentuales. El nivel, que puede resultar neutro en términos reales respecto de la marcha de los precios, es más del doble de lo que rinden los bonos ajustables por CER (sube de acuerdo a la inflación oficial, que el año pasado fue de 7,3%).
El economista Guillermo López Dumrauf, propone en Ambito Financiero un ejercicio de simulación para el canje del bono de descuento en pesos (Discount ajustable por CER) que es el bono ajustable por CER con mayor liquidez. “Hoy, el valor técnico de esos títulos alcanza a $ 182, con lo cual podría entregarse un bono por un valor equivalente a los u$s 47,6 (182/3,82=47,6). Si se tiene en cuenta que el precio que aceptaron los inversores el 3 de junio de 2005 fue el equivalente de u$s 34,8 (el precio en pesos dividido el tipo de cambio nominal de entonces 99,75/2,85), habrían ganado un 11% anual entre 2005 y 2009 (más del doble del rendimiento de los T-30 americanos).
Los bonos CER todavía no han amortizado capital y solamente han pagado algunos servicios de intereses y hay administraciones provinciales como Buenos Aires, Chaco y Tucumán que también emitieron bonos CER que estarían pensando en un esquema similar.
Estos títulos aparecieron con el canje de deuda de junio de 2005, (Kirchner presidente, Lavagna ministro, Nielsen secretario). Los inversores los tomaron porque el atractivo de esos títulos era el ajuste de capital por la inflación y, como se esperaba una mayor suba de los precios que del dólar, se apostaba a lograr una buena ganancia en moneda dura. Eso fue lo que ocurrió entre 2005 y 2006; al no moverse el dólar, la indexación del capital era directamente un retorno en dólares. Pero todo cambió a partir de la inflación de enero de 2007, cuando el Indec anunció la inflación minorista con mucha distancia respecto de los cálculos privados e inclusive de la que registran provincias como Mendoza y San Luis, que es dos veces superior a la que reconoce el Indec para Capital Federal y Gran Buenos Aires.
Si bien no hay números oficiales acerca del stock de deuda pública en 2009 (el último dato es al cuarto trimestre de 2008), la consultora Ecolatina calculó la pérdida que significó esa diferencia de índices para los inversores. El stock de deuda ajustable por la inflación subestimada (oficial) llega a u$s 43.000 millones (descontando parte de los préstamos garantizados que el Gobierno canjeó a inicios de este año), mientras que el mismo monto ajustado por el IPC que elabora Ecolatina asciende a u$s 60.000 millones.
La diferencia de u$s 17.000 millones (equivalente a $ 64.200 millones) es lo que perdieron los inversores por no actualizar el stock con la real tasa de inflación. A ese monto hay que agregarle la pérdida por los flujos que dejaron de percibir, que se calculan en $ 7.131 millones. Así, la diferencia total para los bonistas por la manipulación de la inflación se estima en $ 71.331 millones.
Para evitar eventuales reclamos de los ahorristas, que sobrevendría si se admite la tergiversación de los índices, lo primero que hará el Gobierno es eliminar el instrumento. Y como, reza el dicho: muerto el perro, se terminó la rabia.
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