El Banco Central tuvo que dar marcha atrás y, a pedido de las entidades financieras, debió extender el asueto a un feriado bancario para ayer y el 31. El motivo no fue otro que la falta de billetes que desembocó el jueves en un desastre, con jubilados sin poder cobrar, luego de hacer horas de cola bajo el rayo del sol y soportando temperaturas superiores a los 35 grados. Providencialmente no fue más grave el saldo de la imprevisión oficial y la tozudez de negarse a imprimir billetes de mayor denominación. Hoy el billete más grande de la Argentina equivale a 25 dólares, cuando en la mayoría de los países el valor es cuatro veces superior. Un cajero automático, por caso, puede albergar la quinta parte del dinero al no haber billetes de 500 pesos. Faltaron billetes en bancos y también en los cajeros, justo en una época del año en la que aumenta la demanda de efectivo.
Pero además de esto, hubo intervención de funcionarios del área económica en contra de las imprentas nacionales con capacidad técnica y medidas de seguridad para imprimir billetes, privilegiando la compra a Brasil, a quienes les proveerían el insumo del papel moneda. Curioso: algunas importaciones se traban… otras se alientan.
Este no fue el único drama navideño que deben soportar los argentinos. Además de las usurpaciones, del caos de tránsito que generan las más insólitas protestas y reclamos, los controles a la actividad económica y la falta de aliento a la inversión privada terminan provocando estrecheces de oferta que se advierten especialmente en el caso de las naftas y la energía. Con los picos de temperatura se desborda la demanda e inevitablemente se producen cortes. El caso insólito fue el que padeció al registro civil donde estaba contrayendo matrimonio el ministro de Planificación Julio De Vido (foto), que tiene razón al decir que el motivo es el crecimiento de la economía. Si la energía no alcanza para atender más actividad económica, entonces la conclusión es que falló la planificación de las inversiones.
Si a todo esto le sumamos una pizca de inflación, otro poco de inseguridad física y jurídica, y discursos que son todo un desafío a la cordura, se obtiene un cóctel de precaria estabilidad para la paciencia de los atribulados ciudadanos.
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