miércoles, 16 de febrero de 2011

Preocupante tendencia suicida en el Gobierno


Escribe Alejandro Colle

El dólar se calentó en el circuito marginal y llegó a 4,19 pesos el precio resultante de la triangulación entre pesos y bonos o acciones que cotizan en Wall Street , para obtener las divisas. Es el llamado “contado con liquidación” (de bonos o ADRs) y lo llamativo es que esta variante de dólar superó al precio del billete marginal, el que se vende fuera del mercado y para lo que no hace falta cumplir ninguno de los requisitos formales, como identificarse y justificar el origen de los fondos, sino apenas la elemental condición de tener la suficiente contraparte de pesos. En ese mercado el precio es de $ 4,16 mientras que en las pizarras de las casas de cambio es de $ 4,05 y en el mercado mayorista, de $ 4,0250 por unidad.
Primera pregunta para esta realidad: ¿Por qué alguien compra dólar transferencia a $ 4,19 si lo que puede obtener a $ 4,0250? ¿o a $ 4,16 lo que puede conseguir a 4,05 pesos? Si aceptamos que los agentes económicos se mueven con racionalidad, la razón sugiere que los dos mercados no son iguales. Y la diferencia de precio que se paga tiene que ver con la racionalidad de evitar tener que hacer trámites adicionales ante organismos oficiales para explicar el origen de los fondos e inclusive las razones por las que se decidió cambiar pesos por dólares, en un mercado que eufemísticamente se llama “libre y único”.
Y esto lleva a la segunda pregunta: ¿Por qué hay más demanda de dólares cuando en el mundo la divisa de EE.UU. está ofrecida y aquí sobran dólares? La respuesta no hay que buscarla en criterios de racionalidad financiera sino como resultado de la inquietud generada a partir de ciertas medidas y acciones oficiales que llevan a dudar respecto del resultado del balance cambiario de este año en el que se realizarán las elecciones presidenciales.
La persecución a analistas y consultores que miden la inflación con amenaza de multas; la prohibición de importar primero autos de alta gama y ahora casi todo; la obligación de justificar operaciones con acciones o títulos públicos por más de 40 mil pesos; o la no autorización a exportar 5 millones de toneladas de trigo excedente, son algunas de las medidas que se riñen con la lógica, del mismo modo que parece un insulto a la inteligencia media la persistencia en negar la suba generalizada de precios (para no llamarla inflación, y evitar ser anatemizado) cuando se la puede comprobar con solo cruzar al supermercado.
Y la negación oficial de la realidad lleva a pensar que no hay gestión o que la respuesta no es la adecuada: las milanesas del mercado central no parecen una respuesta seria para un problema que se origina en la emisión de moneda a una tasa de 35% anual, el aumento del gasto público por encima de 40%, o pedidos de aumentos salariales superiores a 30%.
¿Fueron noticias destituyentes la falta de billetes de fin de año, la escasez de naftas o los cortes de luz? ¿Es serio atribuir la suba de precios a la perversidad de los empresarios, a quienes se les cobran impuestos por ganancias que no son tales porque no se autoriza el ajuste por inflación en los balances, y además se los quiere hacer compartir esos falsos beneficios con los trabajadores?
El resultado no puede ser otro que menos inversión, menos empleo, menos comercio, menos dólares y más nerviosismo cambiario, a lo que además contribuye la falta de sensatez, prudencia y moderación en la requisa del contenido del avión militar norteamericano invitado oficialmente, ni en el pie que se puso encima de las importaciones, porque se abren las puertas de par en par a previsibles represalias, como ya sucedió el año pasado con las compras de aceite de soja de China, cuando se trabó el comercio exterior. Y el incidente con los EE.UU. tampoco parece actitud racional en un Gobierno que apunta a regularizar su deuda con el Club de París, cuyos países miembros son amigos de Washington, cuyo pulgar es decisivo además en el G-20, donde son varios las naciones que pretenden y reclaman la silla que Argentina se ganó en ese grupo hace ya más de tres administraciones.
Parece suicida generar nerviosismo cambiario y alentar dolarización de portafolios, cuando la supervivencia del “modelo” político, económico, social y cultural K depende en muy buena proporción del exceso de divisas. Hoy las reservas superan u$s 51.000 millones, pero si se complica más el saldo del comercio exterior, vencen obligaciones externas por más de u$s 9.000 millones, la clave pasa por llevar calma y no agitar las olas para que la dolarización de carteras se parezca más a los u$s 11.500 millones del año pasado y no a los u$s 23.800 millones del 2008, que condujo a la estatización de las AFJP.

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