
El jueves el sucesor de Jean-Claude Trichet al frente del BCE, Mario Draghi, pareció no temblarle el pulso a la hora de bajar las tasas de interés en 25 puntos básicos, hasta el 1,25% anual, sorprendiendo a los mercados y contradiciendo las previsiones de la mayoría de los analistas. Draghi trata así de insuflar confianza y aliviar las malas perspectivas económicas que apuntan a una recaída en la recesión. Por su parte, el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, confirmó el viernes que el FMI supervisará la economía de Italia trimestralmente para garantizar que aplique los ajustes y las reformas anunciadas.
Mientras, en el otro lado del Atlántico, el FOMC de la Fed decidió no modificar la tasa de interés, tal como se preveía, y su presidente, Ben Bernanke, se mostró poco optimista al hablar al término de la reunión, alertando de que el ritmo de recuperación de EE.UU. será de una lentitud frustrante. Sin embargo, los datos sobre el empleo estadounidense mostraron el miércoles que el sector privado creó 110.000 puestos de trabajo en octubre y el jueves se supo que los pedidos semanales de subsidio por desempleo bajaron la semana anterior hasta mínimos de un mes. Pero el viernes se informó que la mayor economía del mundo había creado menos puestos de trabajo en el mes de octubre de lo esperado pero, no obstante, este dato compensa el de su tasa de desempleo, que se redujo una décima, al 9%. Finalmente, en la madrugada del sábado y en una ajustada votación parlamentaria, el primer ministro griego, el socialista Papandreu, logró un voto de confianza, tras prometer que ese mismo día iniciaría las negociaciones para la formación de un nuevo Gobierno. Al cierre del viernes el euro cotizaba a 1,3785 dólares. (J.A.N.)
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